En los apartamentos de ensueño, ahora de pesadilla, de Mayra Gómez Kemp en Torrevieja: «No tenemos ninguna esperanza. Nos comen las ratas»

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Viernes, 13 de abril de 1984. Más de 24 millones de españoles se congregan frente al televisor para ver el final de la tercera temporada del Un, dos, tres. Su creador, Chicho Ibáñez Serrador, había ideado un programa con sabor a despedida, dejando en el aire su regreso. «Como Chicho siempre dice, este programa es un circo», explica la flamante presentadora, Mayra Gómez Kemp, a la joven pareja que ha llegado al codiciado premio final en un programa dedicado al mayor espectáculo del mundo.

Keka y Juan Antonio, una joven pareja de Alcalá de Henares que ha acudido al programa en representación de sus compañeros de Medicina con el objetivo de ganar el máximo dinero para sufragar el viaje de fin de curso, escoge como premio final una carpa de circo que funciona como una ruleta. En su interior, 16 de los regalos más recordados de la historia del programa, de los que se tienen que quedar con dos.

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La tensión crispa los ánimos de la pareja, que con mucho sufrimiento descarta números y ve esfumarse premios: un fuera borda, un viaje en el Orient Express, tres Seat Panda, un cargamento de melones… En la recta final, Mayra les ofrece 400.000 pesetas a cambio de los dos últimos regalos. Keka elige el dinero – «¡Que nos tenemos que casar!», argumenta- pero el público y su pareja Juan Antonio opinan diferente. Gana él, quedan en manos de la suerte y cumplen el sueño de varias generaciones de espectadores cuando Mayra lee con emoción el premio final: «¡Un apartamento en Torrevieja!». El plató estalla de júbilo y la presentadora despide solemne uno de los programas más recordados de la televisión española: «Hasta siempre. Y gracias».

Cuarenta años después, el «apartamento en Torrevieja» sigue instalado en el imaginario colectivo. Son citados en los obituario de Mayra Gómez Kemp, fallecida el pasado 13 de octubre, y su poder de ensoñación es tal que Pablo Motos ha recurrido a ellos recuperar la audiencia de El Hormiguero. Este lunes 21 de octubre el programa ofrece «el regalo más grande» de su historia. Y no es otra cosa que una vivienda en Torrevieja, Alicante.

La palmera que se cayó en una calle de La Torreta hace un mes aún no ha sido recogida.
La palmera que se cayó en una calle de La Torreta hace un mes aún no ha sido recogida.

Pero la realidad de las casas sorteadas en el Un, dos, tres está más cerca de la pesadilla que de la fantasía. «No tenemos ninguna esperanza. Nos comen las ratas. Las ratas y las cucarachas. No limpian las alcantarillas y en verano no puedes salir de casa por los mosquitos. Vivimos como animales», resume a Crónica Luis, el de Los Rodríguez, un vecino de La Torreta, nombre de la urbanización privada dividida en tres partes –La Torreta I, II y III– donde se encuentran la gran mayoría de viviendas que se regalaban en Torrevieja.

Luis se dirige al Bar Mari sorteando charcos, malas hierbas y basura. Las calles no están asfaltadas ni cuentan con alcantarillado. «¡Es el mejor bar de Torrevieja! Con la comida casera de Rosa alucinas», afirma. Hasta la reapertura del bar inglés, el Patricia, era el único local que permanecía abierto en La Torreta III. Rosi, su dueña, está acostumbrada a hablar con periodistas. lleva 41 años viviendo en La Torreta y ha ejercido de guía por la zona cuando algún medio se acercaba a curiosear. Pero ya no tiene ni ganas ni fuerza para hacerlo. «No nos hacen caso. Nadie quiere saber de nosotros. Y ya no tenemos ni poder como grupo vecinal. La gente no ha aguantado y se ha ido. Los pisos se han quedado abandonados o se han malvendido».

Los apartamentos que sorteaba el Un, dos, tres eran pequeños adosados de apenas 50 metros cuadrados, con dos habitaciones y un baño ubicados entre el mar y la Laguna Rosa, alejados tanto del centro de la ciudad como de la playa. El promotor fue el constructor Julio Quesada. Cuando transformó su constructora Manoli S.A en Masa Internacional, apostó por promocionar Torrevieja como el lugar donde cumplir el sueño de unas vacaciones en la costa mediterranea. Y consiguió un éxito rotundo. En su época de esplendor, las casas llegaron a costar 120.000 euros, aunque su coste de construcción apenas alcanzara los 6.000. Pero, tras la crisis inmobiliaria de 2008, la mayoría los vecinos las vendieron por 30.000. En la actualidad, en los portales inmobiliarios se ofrecen por 60.000 euros de media.

«La Torreta es una puta mierda. Vivir aquí es un castigo», resume José, el marido de Rosi. Si su esposa se muestra indignada, el se muestra enfurecido. «Si el constructor dejó cosas sin ejecutar, ¿dónde está el aval para cubrirlo? ¿Dónde está el dinero? Se escudan en que todo ha preescrito. Es un descaro lo que están haciendo con nosotros. El mes pasado se cayó una palmera. Pudo matar a alguien. Y nadie la ha recogido. Ahí sigue, en medio de la calle», se queja.

El mayor símbolo de la decadencia de la zona es la 'caracola' abandona del prestigioso arquitecto Toyo Ito.
El mayor símbolo de la decadencia de la zona es la ‘caracola’ abandona del prestigioso arquitecto Toyo Ito.

Ya no quedan ni una ganador de los bungalows del concurso. «Lo único que me ha tocado en mi vida ha sido una bicicleta de La Casera», bromea Luis, que veía el programa con su madre en Las 3.000 viviendas de Sevilla, donde nació y creció. Por eso le hace especial gracia a que la zona de La Torreta se denomine, con sorna, Las 500 viviendas.

El precipitado desarrollo urbanístico en Torrevieja -si en Benidorm fue en vertical, allí se dio en horizontal- desbordó a la administración y las constructoras, siendo las deficiencias de La Torreta el ejemplo más cruel. La resolución de sus problemas, a los que se han sumado la okupación y la venta de droga, salta de un lado a otro. El Ayuntamiento se escuda en que el constructor dejó la urbanización a medio terminar y no puede acometer acciones como el asfaltado de las calles porque figuran como «propiedad privada». «Eso es un absurdo. Cuando necesitaron hacer un colegio público Las Culturas buena parte del terreno pasó a dominio público rápidamente. Y si las calles estaban horribles, el paso continuo de camiones las dejó peor», lamenta Rosi.

La «fuga de aguas fecales» es un problema habitual en la urbanización pero la empresa de aguas no puede hacer reparaciones en la red de saneamiento porque el urbanizador tendió las tuberías por debajo de las casas en lugar de por las calles. Durante años, los vecinos intentaron en los tribunales, sin éxito, que el Consistorio «se hiciera cargo de las promesas incumplidas».

Hoy no están organizados y la presencia de extranjeros dificulta la acción conjunta. En los años 80 la colonia internacional ya era numerosa, mayoritariamente sueca. En la actualidad, destaca la colonia ucraniana y rusa, pero en la calles se habla también en ingles, francés, alemán y árabe. Los vecinos de La Torreta calculan que entre el 70-80% de los residentes, temporales y permanentes, son extranjeros de clase baja, que bien buscan una nueva vida o jubilarse con sol y tranquilidad. «Turismo de borrachos y enfermos», resume un vecino junto a una vivienda con decenas de limones podridos en su entrada.

Un coche, a medio desguazar, en una calle de la Urbanización La Torreta II.
Un coche, a medio desguazar, en una calle de la Urbanización La Torreta II.

Galina, que vive en plena esquina de la calle Jaime Ostos, se queja del olor de la basura que se apila junto a su casa. «Se acumula y acumula y no la retiran. Y nos van a subir el gasto de recogida de 30 a 80 euros», protesta Luis. Él vive enfrente, donde trabaja como productor musical y muestra con orgullo los trasteros-aparcamientos que han levantado Federico, «el vecino decorador», y el malogrado Martín, quién colocó y coloreó las dos estatuas del Pato Donald que señalan la entrada.

La madre de Rosi, sentada en la terraza del Bar Mari al que da nombre, recuerda con nostalgia los tiempos en los que veraneaban allí Gracita Morales, Marta Puig y Jaime Blanch. También confirma la leyenda de que la propia Mayra Gómez-Kemp tenía un bungalow, ubicado en La Torreta II.

Allí el contraste es mayor. Sus calles tienen nombres de flores (los Lirios, las Margaritas, los Gladiolos) pero la zona está marchita. El constructor no terminó las zonas verdes que le correspondían y la Plaza de las Dalias es un erial. Unos pocos adosados buscan mantener el esplendor de antaño, pero a su lado prolifera la basura y el olvido. Según el último Censo de Vivienda del Instituto Nacional de Estadística, Torrevieja es la tercera ciudad de España de más de 50.000 habitantes con mayor porcentaje de vivienda vacía, con un 25 %. Tiene 30.639 casas sin electricidad y 15.095 semiabandonadas.

Junto a un pequeño chalet con una puerta de última generación y cuidadas enredaderas que ocultan su interior a la vista del transeúnte, yace un coche a medio desguazar, con la luna rota y una silla de peluquería de acompañante. A un palmo, en el otro lado de la Avenida de los Almendros, la Urbanización Torrealmendros luce desafiante, con su perímetro vallado, sus jardines impolutos y doble arco de entrada, coronado con once banderas. El alcalde, Eduardo Dolón (PP), ya ha anunciado que la reurbanización de La Torreta empezará con una nueva zona verde, pero el gasto no figura en los presupuestos. Los vecinos señalan que ya 2022 les prometió «una reforma integral» que aún esperan.

En una calle de La Torreta II los vecinos han creado un aparcamiento, decorado a su gusto.
En una calle de La Torreta II los vecinos han creado un aparcamiento, decorado a su gusto.

El mayor símbolo de la decadencia lo marca la caracola del prestigioso arquitecto japonés Toyo Ito, destinada a ser el Parque de la Relajación de Torrevieja, un balneario de lodos salutífero cuya maqueta fue expuesta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El edificio de 1,5 millones, comenzó a ejecutarse en 2003, dentro de una zona medioambiental protegida junto a La Torreta III. El proyecto fue paralizado en 2006 por la Dirección General de Costas y ha sufrido dos incendios. En ruinas, sólo es visitada por personas sin hogar.

El balneario fue impulsado durante el mandato de Pedro Hernández (PP), quien alcanzó la alcaldía del municipio en mayo de 1988 y la mantuvo durante cinco mandatos con mayoría absoluta. En 2011 dejó de ser cartel electoral del PP y en 2012 fue condenado a una pena de tres años de prisión por prevaricación y falsedad documental. «Hernández sería todo lo chorizo que fuera, pero fue el único que hizo algo por nosotros», sostiene José mientras se fuma un cigarro. «Los de ahora ni disimulan. Quieren que nos vayamos, tirarlo todo abajo y comenzar a construir otra vez . Porque si esto se cuidara, sería un lujo», dice.

«Los apartamentos en Torrevieja eran todo un símbolo y encajaban a la perfección con el hecho de que al Un, dos, tres fueran parejas. Que podían ser familiares o amigos, pero en su mayoría eran novios que recibían con este premio una especie de invitación al inicio de la vida adulta», reflexiona Barsen Sánchez, especialista en televisión de Campamento Krypton, el veterano podcast dedicado a la cultura pop.

Keka y Juan Antonio lo vivieron en primera persona. En pleno éxtasis tras ganar el gran premio, ella, actual jefa del Servicio de Neonatología de un conocido hospital madrileño, le dio «las gracias» por «imponerse». Juan Antonio contestó con una pregunta autoreivindicativa: «¿¡Quién lleva los pantalones?!». No obtuvo respuesta entonces. Y conocido el estado de los apartamentos de Torrevieja hoy, quizá fue lo mejor.

Moha.es