Seis vinos que recuperan los sabores olvidados

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En el vibrante mundo del vino, España está redescubriendo su riqueza vitivinícola al rescatar variedades de uva casi extintas. Este esfuerzo no solo preserva un legado cultural, sino que también responde a los desafíos actuales del cambio climático. Iniciativas como las de Gratias en la Manchuela o Frontio en Arribes del Duero están revitalizando cepas autóctonas, como la tardana o la puesta en cruz, demostrando su potencial para crear vinos únicos y sostenibles. En un panorama donde solo el 5% del vino proviene de variedades minoritarias, estas acciones son cruciales para diversificar y enriquecer la oferta vinícola española.

La recuperación de variedades minoritarias de uva tiene un impacto significativo en la diversidad vinícola del país. Este proceso contribuye a preservar el patrimonio cultural y genético de estas cepas, a revitalizar su producción y su consumo, ofreciendo vinos con diferenciación y tipicidad únicas. Este esfuerzo por preservar la biodiversidad y enriquecer la oferta vinícola del país, se traduce además en un recurso medioambiental de lo más interesante, ya que estas variedades pueden tener una mejor adaptación a condiciones climáticas cambiantes, lo que es crucial para la sostenibilidad de la viticultura.

Proyectos como el de la recuperación de la uva benedicto (conocida como la «madre» de la tempranillo) llevado a cabo por Familia Luis Cañas en Rioja Alavesa, que próximamente se convertirá en el primer monovarietal de esta variedad, o la iniciativa de Territorio Luthier Pon tu nombre a una cepa para salvar variedades ribereñas en peligro de extinción como la tinto jeromo, la gajoarroba, la robigato o la mandón, y conseguir vinos únicos en el futuro, están fomentando la biodiversidad y dinamizando potencialmente las economías rurales.

Para poder descorchar una botella de algunos de estos vinos todavía hay que esperar, pero otros llevan ya algunos años haciéndose los interesantes en el mercado. Estos son algunos de los más singulares.

Puesta en Chus (Bodegas Frontio)

La zona vitivinícola de Arribes del Duero es especialmente rica en variedades endémicas, entre ellas algunas tan desconocidas como la bruñal, la doña blanca o la puesta en cruz. El viticultor danés Thyge Jensen, Chus para los amigos (y para los que no sabe pronunciar su nombre) llegó a Fermoselle en 2019 seducido por la rufete de la Sierra de Salamanca. Al frente de Bodegas Frontio, el «Peter Sisseck de las Arribes» elabora vinos de garaje a partir de viñedos recuperados y replantados. Monovarietales naturales con mucha personalidad, frescura y ligereza, como este sorprendente orange wine para el que emplea la uva puesta en cruz, apodada así por la forma de su racimo. Precio: 14 euros.

Sopla Levante La Molineta (Pepe Rodríguez de Vera)

«La valenci negre era una uva de mesa, desconocida hasta para los alicantinos», explica el viñador Pepe Rodríguez de Vera. De ahí que no aparezca ni en los pliegos de condiciones de las denominaciones ni en los libros de historia. Una uva que nunca antes se había utilizado para hacer vino, hasta que el elaborador, en colaboración con la Universidad de Valencia, decidió darle una nueva oportunidad. Sopla Levante La Molineta recupera esta variedad a partir de un sólo viñedo de apenas una hectárea en el Parque Natural de la Mata (Torrevieja). Cepas de 90 años plantadas a pie franco que dan lugar a un rosado natural y ecológico que destaca por su delicadeza y su elegancia. Intenso, afrutado y adictivo, esta rareza vínica pone en valor esas otras uvas injustamente denostadas de nuestra geografía. Precio: 39,90 euros.

Atlántida Annius (Alberto Orte)

Alberto Orte está abriendo una nueva dimensión de vinos no fortificados en el Marco de Jerez a partir de la recuperación de variedades endémicas como tintilla, vigiriega negra y blanca, palomino negro o melonera. Muchas de estas uvas estaban desaparecidas, y gracias a un esmerado trabajo de investigación y selección, ahora Jerez cuenta con un campo madre pionero en la región y único en España. La recuperación de estas variedades supone un nuevo capítulo para la historia vinícola de la región y permite la creación de vinos excepcionales, complejos y diversos como Atlántida Annius. Un tinto elaborado mediante el ensamblaje de uvas antiguas, históricamente presentes en el Marco, donde cada una cumple una función específica para expresar el pago y la añada con todos sus matices. Precio: 65 euros.

Colorado (Javier Sanz Viticultor)

Entre las cepas centenarias de verdejo de El Pago de Saltamontes, viñedo familiar anterior a 1863 de Javier Sanz Viticultor, se encuentra una insólita cepa tinta de genética desconocida, que el viticultor vallisoletano ha querido recuperar del olvido por su originalidad. Registrada por la familia con el nombre de cenicienta por su color empolvado, es una planta de porte alto y vigoroso, con hojas brillantes y muy dentadas, y uvas pequeñas de gran calidad pero bajo rendimiento, por lo que exige un continuo mimo en el viñedo. Este tinto único da muestra de la singularidad de esta variedad y sorprende por su personalidad en nariz y por una gran persistencia en boca. Precio: 39,90 euros.

FO-22 (Jean Leon)

FO-22 es uno de los pocos vinos elaborados con uva forcada autorizada que existen actualmente en el Penedés, el octavo de la colección de vinos experimentales de Jean Leon. Elaborado íntegramente con esta variedad ancestral recuperada por la bodega en 2020, y certificado como ecológico, se trata del nuevo eslabón de una línea que rinde homenaje a la versión más intuitiva y decidida de su fundador. Un vino efímero y artesanal, de producción muy limitada y de una única añada, con el que las enólogas Mireia Torres y Montse Escoté devuelven el valor a una variedad prefiloxérica con gran potencial enológico, bien adaptada a la zona y resistente a la sequía y a las altas temperaturas. Un blanco rebelde y complejo, fresco y mediterráneo, cuya crianza favorece la intensidad aromática de la variedad. Precio: 15,50 euros.

M (Bodegas Gratias)

En la Manchuela, una comarca situada entre la llanura de la Mancha y la serranía de Cuenca, que abarca física e históricamente pueblos conquenses, albaceteños y valencianos, Gratias le concede toda la importancia al terruño. Para ello, se basan en filosofías poco intervencionistas y en el uso de técnicas ancestrales como la elaboración en tinaja. Se trata de abrazar la tradición para conservar lo mejor del pasado en beneficio de las generaciones futuras. De ahí la importancia que le dan a la recuperación de variedades autóctonas. M (Eme) es uno de los vinos que forman parte de esta iniciativa. Un tinto que debe su nombre a la macabeo negro, también llamada bonicaire, que en la Manchuela presenta una personalidad diferente. Un vino ligero, frutal y especiado, que invita a beber una y otra vez. Precio: 19 euros.

Moha.es